sábado, 5 de noviembre de 2011

Más sobre el patio del Embajador Vich



El debate y la confrontación de ideas es siempre saludable y más cuando se hace desde el respeto a las opiniones que mantienen los demás y no se cae en la demagogia. Mezclar temas como El Cabanyal, el Jardín Botánico o la Albufera con la reconstrucción del patio del Embajador Vich está fuera de todo lugar y más cuando el que rubrica este artículo está plenamente de acuerdo con muchos de los planteamientos que se esgrimen en su defensa desde distintos colectivos ciudadanos. Hay que recordar a las Sras. Trinidad Simó y Maota Soldevilla -que el pasado día 22 de julio me dedicaron un entreverado artículo en este mismo periódico- que nadie tiene la exclusiva en la defensa del patrimonio y por tanto hay que dejar espacio a otro tipo de argumentaciones, lejos de las clásicas "batallas" que tantas veces se producen en esta ciudad.

Respecto a mi cita sobre el "oportunismo político" que parece que tanto ha molestado a las referidas historiadoras del arte, tan solo hay que echar una ojeada a la hemeroteca y revisar lo plasmado en los periódicos durante la primavera de 2002 para hacerse una idea bastante cabal de los intereses personales de unos y de otros. Además, alguien tendrá que explicar porque nadie salió a la palestra dos años antes cuando se inició la propuesta de reconstrucción del patio del Embajador Vich y si que salieron voces airadas dos años después, seguro que el lector avezado ya tiene la respuesta. No es que me parezca mal esta forma de debate -legítimo en todo caso- pero yo no quiero participar de algunos de los planteamientos dogmáticos que se producen en este tipo de polémicas. Prefiero otro tipo de alegaciones, quizá más personales y académicas, pero igual de contundentes a la hora de defender el patrimonio histórico.

Apelar al "goce estético" o al "valor pedagógico" como una forma de salvaguardar la durísima intervención efectuada por los arquitectos Luis Ferreres y Salvador Almenar en 1908 no me parece un sólido argumento que justifique su conservación. Sin embargo, la puesta en valor del importantísimo patio del Embajador Vich, dividido hasta ese momento en dos depósitos de muy distinta consideración museológica, así como la reconstrucción espacial del refectorio y el aula capitular del Carmen, creo que sí que son argumentos contundentes que difícilmente pueden ser contravenidos a no ser que se utilicen criterios subjetivos.

También resulta chocante que las referidas historiadoras emitan juicios sobre mi "experiencia estética" cuando no han tenido la ocasión de conocerme personalmente. Asimismo prejuzgan mis criterios de restauración, que ya les advierto que nada tienen que ver con el "historicismo" o la "absurda posibilidad de poder reconstruir un pasado ideal". Respecto al pensamiento estético de Hume, este dista mucho de los artistas que han expuesto en la que se denominó sala Ferreres, cuya obra contemporánea no está necesitada de un decorado a modo de anticuario clásico para que se valore o ¿acaso piensan ustedes que sí?.

Las Sras. Simó y Soldevilla parecen olvidar la importancia del patio Vich en la historia de la arquitectura a la que no hacen la menor referencia en su artículo, quizá son discípulas del historiador Manuel Gómez-Moreno que tanto ignoró el arte valenciano del quinientos en favor del producido en los dominios castellanos. Tan solo recordarles que el patio Vich es junto al patio de La Calahorra y el patio de Vélez-Blanco uno de los tres cortiles más importantes del primer cuarto del siglo XVI en España y cuya memoria histórica justifica sin ningún género de dudas su importante reconstrucción museográfica. Les recomiendo que lean mi estudio publicado recientemente en el catálogo L'Ambaixador Vich. L'home i el seu temps, donde se ofrece una visión algo novedosa sobre este importante edificio del Renacimiento, que podrá ser mejor valorado tras su reconstrucción.

Tampoco entiendo que tienen que objetar al "rigor histórico" en las intervenciones patrimoniales o acaso tienen un juicio apriorístico o deformado del término "rigor". Seriedad, humildad y rigor es lo que les falta a muchas de las intervenciones patrimoniales que se han sucedido impunemente en esta ciudad con un considerable menoscabo del mismo. Este es el caso de las cubiertas y el pavimento de L'Almudí, las grandes puertas de taracea del crucero de San Miguel de los Reyes o el efecto bícromo de los sillares de pedra blava de Sagunt que decoraban formando cruces la totalidad de los paramentos externos del Portal de Serranos, entre otros muchos ejemplos que se podrían citar. En todas estas atrocidades, que vulneran las leyes de patrimonio estatal y autonómico, no he oído alzarse la voz de nadie, y mucho menos las de las señoras Trinidad Simó y Maota Soldevilla.

Tengan la seguridad que siguiré realizando con "pasión" y "rigor histórico" la defensa del patrimonio valenciano, algo que me ha caracterizado desde hace muchos años. Hasta aquí, mi participación en esta polémica sobre la reconstrucción del patio del Embajador Vich que no va a tener otra contraréplica por mi parte: Friedrich Schinkel me espera este verano. Estoy seguro que cuando visite nuevamente las muchas reconstrucciones que desde el "rigor histórico" se están efectuando en Potsdam tendré un recuerdo para ustedes, igual les mando una postal....

Publicado en Levante-emv, 28/07/2006, p. 4

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