sábado, 5 de noviembre de 2011

Del impás a la frustración en el Museo de Bellas Artes de Valencia



Antes del verano el Ministerio de Cultura presentó un código de Buenas prácticas en museos y centros de arte, con el propósito de clarificar las funciones de los distintos órganos de gestión del Museo. Dos puntos son fundamentales en este documento: el referente al papel del patronato -con funciones científicas, administrativas y económicas- y el papel del director, responsable último de la línea artística del centro. Llama la atención en este informe -que pretende ser un documento de referencia para todos los museos españoles- la demanda de mayor autonomía en la gestión del Museo y la necesidad de un mayor peso específico de los expertos y profesionales en la composición del patronato, controlado en exceso por el poder político.

Este es el caso del Museo de Bellas Artes de Valencia, cuya naturaleza jurídica, plantilla, presupuesto y política de exposiciones, vienen determinados directamente desde la Conselleria de Cultura, sin dejar ningún margen de maniobra al mismo. Es el arquetipo de las viejas prácticas museológicas que están siendo abandonadas a la carrera en los grandes museos estatales, cuyas instituciones se van adecuando a las exigencias de una moderna museología, basada en la autogestión, la optimización de recursos y el papel ejecutivo de los profesionales. Junto al inmovilismo administrativo -que amenaza con malbaratar todos los esfuerzos que se han realizado desde la dirección del centro- hay que señalar la apremiante falta de personal, cuya plantilla se reduce al tiempo que aumenta el número de visitantes. Resulta curioso, que mientras el Museo de Bellas Artes tan solo tenga una plaza de conservador, el Museo de Etnología de la Diputación de Valencia tenga diez, lo que pone en evidencia a la que fue en su momento la segunda pinacoteca del país, y hoy no es más que un "museo de provincias" desde un punto de vista museográfico.

Gran parte del personal técnico del Museo está siendo ninguneado, como se evidencia en los departamentos de Registro y Didáctica, cuyos profesionales llevan años con precarias asistencias técnicas, promesas incumplidas y sueldos de miseria. Mientras tanto, la nueva Conselleria de Cultura -insensible a las demandas de la sociedad valenciana y a las listas de espera en las visitas guiadas- aumenta innecesariamente su organigrama. Dilapidar los años de formación de un personal altamente cualificado -amortizando plazas- no es una buena práctica, incomprensible desde el sector privado al que tanto se recurre... La desidia llega a tal extremo, que la administración es incapaz de realizar los trámites burocráticos para cubrir las tres plazas vacantes del Museo: Conservador de Pintura, Técnico en Arte Valenciano y Técnico en Didáctica y Comunicación.

Resulta chocante que mientras el Ayuntamiento de Valencia -gestionado por el mismo partido político- anuncia la creación del Instituto Municipal de Cultura, para racionalizar la gestión de sus museos, monumentos y salas de exposiciones temporales, la Conselleria de Cultura no mueva ficha, incumpliendo programas electorales y sumiendo al Museo de Bellas Artes de Valencia en una profunda crisis, tan sólo maquillada por la inercia y la falta de transparencia. Cabría preguntarse dónde está la anhelada autonomía administrativa y financiera del Museo de Bellas Artes, plateada por el fallido Instituto Valenciano de Arte Clásico. ¿Dónde está el Sistema Valenciano de Museos?, previsto en la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano de 1998, que debería racionalizar los 179 museos y colecciones museográficas de la Comunidad Valenciana, el conjunto más numeroso de todo el Estado.

Mientras proyectos de dudosa viabilidad avanzan -como es el caso del anunciado "Centro Sorolla" en Sant Vicent de la Roqueta- no se atienden las necesidades de nuestro museo de cabecera, permitiéndose el despropósito de rebajar el presupuesto del área de Museos de 4,4 a 2 millones de euros. Al Museo de Bellas Artes de Valencia le urge un nuevo estatus jurídico, económico y administrativo que le permita desarrollar su enorme potencial, pero nuestros responsables políticos no se dan por enterados. Quizá es hora, por tanto, que el Estado -titular y propietario absentista del Museo- se replantee el Convenio de 1984 y recupere la gestión del mismo, ya que la Generalitat Valenciana ha fracasado rotundamente.

Publicado en Levante-emv, 6/10/2007, p. 4

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