sábado, 5 de noviembre de 2011

Es la hora para el Museo de Bellas Artes de Valencia



Hace pocos días el Conseller de Cultura demandaba que se retrasasen las obras de la V fase de ampliación del Museo de Bellas Artes de Valencia hasta después de la America's Cup, dando una excelente coartada para que el Ministerio de Cultura dilatase una vez más las obras de ampliación del museo, que ni siquiera tiene aprobado un proyecto de ejecución. Probablemente esta afirmación la hiciese de buena fe, ante las expectativas de una ciudad dispuesta a rentabilizar las posibles sinergias culturales de la referida competición nautica, pero también demuestra bien a las claras una falta de estrategia y previsión táctica frente a las negociaciones que debe entablar con el departamento de Carmen Calvo o quizá -lo que es más preocupante- un escaso interés por la suerte del Museo de Bellas Artes, que debería estar por encima de cualquier eventualidad.

A los continuos retrasos en la ampliación del museo, cuyas obras empezaron hace ahora justamente veinte años, se suma la escasa ambición del proyecto redactado inicialmente por los arquitectos Manuel Portaceli y Álvaro Gómez-Ferrer bajo las directrices del entonces Director General de Patrimonio Artístico, Tomás Llorens, mucho más interesado en esos momentos en el arte contemporáneo. Desgraciadamente, su ejecución no soluciona los graves problemas de espacio que tiene el museo y no resuelve convenientemente las áreas de depósito, biblioteca, gabinete de didáctica, restaurante y parking. A estas limitaciones -fruto de no seguir un proyecto museográfico previo- hay que sumar los errores en el diseño de las nuevas instalaciones: itinerarios confusos, innecesarios áreas de descanso, excesivos desniveles, pasillos y rampas y el pintoresco coro alto a los pies de la galería central del museo, concebido inicialmente para albergar el artesonado de la sala Laporta.

El Museo de Bellas Artes de Valencia, parte de cuyas ricas colecciones siguen sin exponerse al público, se merecía un proyecto museográfico de mayor calado que le permitiera expandirse hasta la calle Alboraya, anexionando la antigua casa Moroder construida por Salvador Galiana en 1892 y que actualmente ocupa el pequeño Hospital de la Cruz Roja. Esta es la salida natural del museo, que debe estar preparado en el futuro para saltar hasta al Convento de la Trinidad, que inexorablemente lleva camino de quedarse vacío en unos años. Amén del Centro del Carmen, donde deben estar las importantes colecciones del museo que abarcan del Romanticismo hasta las Vanguardias. Quizá alguien pueda pensar que este es un planteamiento demasiado ambicioso, pero está en plena sintonía con los otros proyectos que se están desarrollados en museos de características similares, como es el caso del renovado MNAC o de la futura ampliación del museo de Cleveland (Ohio), obra del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.

Otro problema urbano no resuelto es la conexión del museo con los jardines del Turia, ya que el acceso principal del centro está emplazado en la calle San Pío V, una vía rápida de tráfico intenso que hace de barrera infranqueable entre el museo y la ciudad. La solución a este grave problema  -como ya se planteó en algún que otro momento- pasa por la ejecución de un túnel desde el inicio de Viveros que salve el puente de la Trinidad y el colector de la calle Alboraya, posibilitando la conexión del museo con el lecho del río y la peatonalización de la calle San Pío V que debería recuperar su nivel histórico. Además hay que tener en cuenta que la futura línea T-2 del metro, cuya parada se denominará precisamente Museus, está ubicada en el antiguo cauce del Turia, y la conexión con el museo sería mucho más eficiente, asimismo cabría la posibilidad de recuperar las dos escaleras históricas del puente de la Trinidad y la rampa -hoy cegada- del pretil norte.

Junto con la ampliación del centro debería resolverse la acuciante falta de personal del museo, cuyas necesidades nunca han sido abordadas desde la coherencia de un plan de necesidades. De hecho, la administración se permite el despropósito de dejar sin cubrir algunos puestos de trabajo y para más desconsideración hacia el centro, ha trasladado un número significativo de plazas propias del museo a otras instituciones, sirvan tan solo como ejemplos fragantes la plaza de conservador de pintura que está emplazada en los servicios territoriales de Castellón o la plaza de protocolo -que hacía las funciones de secretario de dirección- que ha sido trasladada a la Secretaría Autonómica de Cultura, dejando al director del museo abandonado a su suerte. Por no hablar de la precariedad del personal contratado y del papel de los becarios.

Para que estas contingencias, vergonzosas en todo caso, no se vuelvan a producir es necesario que el Partido Popular cumpla con su programa electoral y cree de una vez por todas el Instituto Valenciano de Arte Clásico, dando a esta institución la misma entidad jurídica, autonomía administrativa y presupuesto que goza el IVAM. No entiendo cuales pueden ser las reticencias del Sr. Alejandro Font de Mora, que es el máximo responsable del imcumplimiento de esta promesa programática, ya que bajo la anterior administración de Esteban González Pons, todo estaba preparado para mandar a la Cortes Valencianas el anteproyecto de ley de creación del IVAC. La falta de interés por nuestro "museo nacional", es un hecho palpable que parece responder a la aciaga máxima valenciana por excelencia de ni fer ni deixar fer.

La ventaja de los actuales responsables de la Conselleria de Cultura -que no realizan sus deberes- es que ni el grueso de la sociedad valenciana, ni la oposición política, demandan seriamente una promoción cultural a la altura de las expectativas de futuro que posee nuestra comunidad, que todavía no ha descubierto en el Museo de Bellas Artes de Valencia uno de sus mayores activos culturales. No creo que este artículo, así como otros que del mismo sesgo han aparecido recientemente, mueva a la reflexión a nuestra administración autonómica, demasiado ensimismada en efímeros impactos mediáticos y poco dada a proyectos a medio y largo plazo. Pero hay que tener esperanza.

Publicado en Levante-emv, 15/09/2006, p. 4

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