sábado, 12 de noviembre de 2011

Un aniversario ignorado: el bicentenario de la fundación del Museo de Pinturas de Valencia (1812-2012)


El próximo año se cumplirá el bicentenario de la fundación del Museo de Pinturas de Valencia, antecedente inmediato del actual Museo de Bellas Artes de Valencia, fundado por el mariscal Louis-Gabriel Suchet en 1812. Es una efemérides que no debería pasar inadvertida por el ser el punto de partida de nuestro actual Museo de Bellas Artes, pero desgraciadamente mucho me temo que este aniversario pasará al olvido, aunque por nuestra parte pondremos todo el empeño para que esto no suceda.

Louis Gabriel Suchet (1770-1826), comandante en jefe del ejercito imperial de Aragón, mariscal de Francia y futuro duque de la Albufera, tomó la ciudad de Valencia el 9 de enero de 1812, aunque no fue hasta el 14 del mismo mes cuando entró triunfante en la ciudad. Ese mismo día -junto a otras corporaciones de la ciudad- recibió a una representación de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, cuyas aulas en la antigua Universidad habían resultado seriamente dañadas por la artillería. En esa reunión Suchet, de carácter conciliador e ilustrado, les manifestó su deseo de proteger a la institución académica y de crear un Museo de Pinturas que sirviera de progreso e instrucción a los estudiantes de Bellas Artes.

La Academia ya contaba desde su fundación en 1768 con una pequeña colección artística de alrededor de unas 200 piezas, colgadas en las aulas y algunos salones sin ninguna intención museística y destinada fundamentalmente a la formación y ejercicio de los alumnos, que resultó notablemente mermada por el asedio francés. El único gabinete de antigüedades con cierta entidad que hubo en Valencia fue el formado por el benemérito arzobispo Andrés Mayoral (1685-1769), situado en una galería de nueva planta construida por el maestro de obras José Herrero en el propio palacio arzobispal en paralelo a la calle Avellanas. Desafortunadamente parte del palacio y el citado gabinete fueron igualmente destruidos por la artillería napoleónica en la toma de la ciudad.

El 22 de enero de 1812, festividad de San Vicente Mártir, Suchet proclamó en Valencia el decreto de 18 de agosto de 1809 por el que se suprimieron todas las órdenes religiosas. El Barón de Lacuée, intendente general y la Junta de la Real Academia de San Carlos, determinaron que una comisión encabezada por el pintor y académico Vicente López junto con el intendente Rodier, seleccionaran las pinturas y objetos artísticos que formarían el “Museo de Arte”. El 29 de enero llegaron a la sede de la Academia, alojada en el Estudi General, los primeros cuadros procedentes de los conventos de Santo Domingo, Santa Catalina de Siena y los Trinitarios Descalzos. Pronto se dieron cuenta que los salones y aulas de la institución eran insuficientes, por lo que una comisión barajó la posibilidad de trasladar el museo a la Real Casa Enseñanza o al Convento de Santa María de Montesa, pero la propuesta no prosperó a tenor del decreto de 14 de mayo de 1812 que dispuso la reparación del viejo edificio de la Universidad para tal fin.

La institución museística tan solo perduró dos años, concretamente hasta el 23 de enero de 1814, momento en que fueron devueltas las obras de arte requisadas, tras el restablecimiento de las órdenes religiosas por el gobierno de Fernando VII. No obstante, los regulares determinaron en agradecimiento por el empeño de la Academia en el cuidado de sus obras de arte, la entrega de cinco cuadros con destino a la instrucción de los estudiantes. Tras la desamortización de Mendizábal en 1836, los cuadros volverán al cuidado de la Academia, pero en este caso en el Convento del Carmen Calzado.

El gobierno de Suchet, paternalista y moderado, no solo creo el primer “Museo” con la acepción moderna del término en Valencia, también inició las reformas urbanas que dieron lugar al Parterre, la Glorieta o la reordenación del Paseo de la Alameda. Su programa reformista, propio del despotismo benevolente, encontró notable eco en los círculos de ilustrados de la ciudad y su marcha en julio de 1813, sentida hasta cierto punto en algunos corrillos liberales, dará paso al arbitrario gobierno absolutista del general Javier Elio.

Creo que en la celebración de este bicentenario, sería un buen momento para la reflexión crítica del pasado, presente y futuro del Museo de Bellas Artes de Valencia, aunque nuestras instituciones no son muy dadas al debate y a la confrontación de ideas. Espero que no me de tilden de afrancesado…

martes, 8 de noviembre de 2011

Más de lo mismo en el Museo de Bellas Artes de Valencia


En mi anterior artículo de este blog -escrito en octubre de 2007- ya hablaba de una serie de problemas que se ciernen sobre el Museo de Bellas Artes de Valencia y que todavía a día de hoy siguen sin resolverse. Desgraciadamente, pasados estos cuatro años de cierto ostracismo ágrafo que terminan definitivamente con este blog, los asuntos y los problemas referentes al Museo de Bellas Artes no solamente siguen enquistados, sino que han empeorado notablemente. Tan solo voy a centrarme en este momento en dos de los más alarmantes, como es el caso de la enésima paralización de las obras de ampliación y rehabilitación del edificio y el disparatado nombramiento de Paz Olmos como nueva directora.

El caso de la ampliación del Museo es especialmente sangrante, ya que las obras empezaron justamente hace ahora 25 años y han vuelto a paralizarse sine die. El Ministerio de Cultura había presupuestado a regañadientes 4,5 de los 19,3 millones de euros necesarios para la rehabilitación del museo, después de una enmienda en el Congreso del diputado Ferran Bono, ya que inicialmente el Ministerio tan solo consignaba la ridícula cifra 145.000 euros. Solo faltaba que el Ayuntamiento de Valencia diera la licencia de obra -solicitada por el Ministerio el 9 de marzo- pero el consistorio no ha tenido a bien concederla. Una vez más han prevalecido los mezquinos intereses personales y de partido frente al interés público. Este despropósito -con la misma secuencia de permutas, licencias y dinero que vuela- no es la primera vez que sucede en la ya dilatada historia de la ampliación del museo y probablemente -con los tiempos que se avecinan- no será la última.

También es corresponsable de esta situación el Ministerio de Cultura que no ha hecho el más mínimo esfuerzo por ratificar la permuta de terrenos pactada en el convenio del año 2000, por la cual el Ayuntamiento cedía las tres parcelas traseras del museo de 2.735 metros sobre las que se ha edificado la ampliación del mismo y por su parte, la Administración General del Estado cedía el jardín lateral anexo al antiguo Colegio de San Pío V de 2.055 metros que se integraba en los jardines de Viveros, como sucede ya de facto en la actualidad. En estos once años nadie ha tenido tiempo de ratificar o denunciar el convenio, independientemente del partido político que se ha alternado en el gobierno del Estado. Es evidente que la desidia e incompetencia de los gestores públicos es inaudita, por no utilizar otro calificativo.

Por último tenemos el caso del nombramiento de Paz Olmos como nueva directora del Museo de Bellas Artes con “adscripción provisional al cargo”. La plaza de director/a del museo valenciano de cabecera ha sido adjudicada a dedo sin salir a concurso público, como exige la Ley 10/2010, de 9 de julio, de la Generalitat, de Ordenación y Gestión de la Función Pública Valenciana. La excusa para el nombramiento de esta abogada -que no tiene ningún conocimiento de arte o museología- fue la de su condición de “político”, ya que las negociaciones con el Ministerio de Cultura para la ampliación del museo requerían de tal rango. Visto el desenlace de la “negociación” podemos afirmar que tales argumentos han sido una mera falacia. Probablemente el único merito cualificado de Paz Olmos para ostentar el cargo es tener el carnet del Partido Popular.

La voracidad de determinados políticos no tiene límites, más aún con la citada Ley de Ordenación y Gestión de la Función Pública Valenciana de 2010, a tenor de la cual los jefes de servicio pasan a ser personal de confianza y desaparecen los funcionarios que habían accedido a este puesto por concurso. Los jefes de servicio, que hasta ahora tenían nivel 26 y un complemento 46 pasan a nivel 28 y complemento 50. Parece ser que para los profesionales de la política no hay recortes. Esto es una buena muestra de por donde van los tiros y de lo que nos espera, pero lo más grave de todo es que la gestión pública estará en manos de personas que acceden al cargo sin ninguna cualificación profesional específica, como es el caso que nos ocupa.

El patronato del Museo de Bellas Artes sigue sin reunirse desde hace más de 10 años y seguirá sin reunirse, para no tener que tratar el nombramiento de Paz Olmos y tantos otros asuntos que son despachados con una mera comisión permanente, que en más de una ocasión se ha tratado de filtrar a la prensa como la sesión de un patronato. Vuelvo a repetir, para que quede bien claro, que el patronato del museo no se ha reunido desde hace más de 10 años, cuando tiene la obligación de reunirse como mínimo cuatro veces al año de conformidad con el convenio suscrito el 24 de septiembre de 1984 (BOE de 19 de enero de 1985) y, en lo previsto en el mismo, por lo establecido en el Reglamento de los Museos de Titularidad Estatal y del Sistema Español de Museos, aprobado por el Real Decreto 620/1987, de 10 de abril (BOE 13 de mayo de 1987).

Ante todos estos atropellos la sociedad reacciona tímidamente, pero no supera su impotencia. Tan solo algún colectivo profesional, combativas asociaciones ciudadanas o personas individuales han alzado su voz. Parece que la sociedad valenciana está amilanada en su conjunto y lleva camino de convertirse en una gran “alquería blanca”, manipulada a su antojo por los políticos y sus medios de comunicación. Se que este blog es poca cosa ante el desparpajo mediático que nos envuelve, pero hay que intentarlo…

sábado, 5 de noviembre de 2011

Del impás a la frustración en el Museo de Bellas Artes de Valencia



Antes del verano el Ministerio de Cultura presentó un código de Buenas prácticas en museos y centros de arte, con el propósito de clarificar las funciones de los distintos órganos de gestión del Museo. Dos puntos son fundamentales en este documento: el referente al papel del patronato -con funciones científicas, administrativas y económicas- y el papel del director, responsable último de la línea artística del centro. Llama la atención en este informe -que pretende ser un documento de referencia para todos los museos españoles- la demanda de mayor autonomía en la gestión del Museo y la necesidad de un mayor peso específico de los expertos y profesionales en la composición del patronato, controlado en exceso por el poder político.

Este es el caso del Museo de Bellas Artes de Valencia, cuya naturaleza jurídica, plantilla, presupuesto y política de exposiciones, vienen determinados directamente desde la Conselleria de Cultura, sin dejar ningún margen de maniobra al mismo. Es el arquetipo de las viejas prácticas museológicas que están siendo abandonadas a la carrera en los grandes museos estatales, cuyas instituciones se van adecuando a las exigencias de una moderna museología, basada en la autogestión, la optimización de recursos y el papel ejecutivo de los profesionales. Junto al inmovilismo administrativo -que amenaza con malbaratar todos los esfuerzos que se han realizado desde la dirección del centro- hay que señalar la apremiante falta de personal, cuya plantilla se reduce al tiempo que aumenta el número de visitantes. Resulta curioso, que mientras el Museo de Bellas Artes tan solo tenga una plaza de conservador, el Museo de Etnología de la Diputación de Valencia tenga diez, lo que pone en evidencia a la que fue en su momento la segunda pinacoteca del país, y hoy no es más que un "museo de provincias" desde un punto de vista museográfico.

Gran parte del personal técnico del Museo está siendo ninguneado, como se evidencia en los departamentos de Registro y Didáctica, cuyos profesionales llevan años con precarias asistencias técnicas, promesas incumplidas y sueldos de miseria. Mientras tanto, la nueva Conselleria de Cultura -insensible a las demandas de la sociedad valenciana y a las listas de espera en las visitas guiadas- aumenta innecesariamente su organigrama. Dilapidar los años de formación de un personal altamente cualificado -amortizando plazas- no es una buena práctica, incomprensible desde el sector privado al que tanto se recurre... La desidia llega a tal extremo, que la administración es incapaz de realizar los trámites burocráticos para cubrir las tres plazas vacantes del Museo: Conservador de Pintura, Técnico en Arte Valenciano y Técnico en Didáctica y Comunicación.

Resulta chocante que mientras el Ayuntamiento de Valencia -gestionado por el mismo partido político- anuncia la creación del Instituto Municipal de Cultura, para racionalizar la gestión de sus museos, monumentos y salas de exposiciones temporales, la Conselleria de Cultura no mueva ficha, incumpliendo programas electorales y sumiendo al Museo de Bellas Artes de Valencia en una profunda crisis, tan sólo maquillada por la inercia y la falta de transparencia. Cabría preguntarse dónde está la anhelada autonomía administrativa y financiera del Museo de Bellas Artes, plateada por el fallido Instituto Valenciano de Arte Clásico. ¿Dónde está el Sistema Valenciano de Museos?, previsto en la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano de 1998, que debería racionalizar los 179 museos y colecciones museográficas de la Comunidad Valenciana, el conjunto más numeroso de todo el Estado.

Mientras proyectos de dudosa viabilidad avanzan -como es el caso del anunciado "Centro Sorolla" en Sant Vicent de la Roqueta- no se atienden las necesidades de nuestro museo de cabecera, permitiéndose el despropósito de rebajar el presupuesto del área de Museos de 4,4 a 2 millones de euros. Al Museo de Bellas Artes de Valencia le urge un nuevo estatus jurídico, económico y administrativo que le permita desarrollar su enorme potencial, pero nuestros responsables políticos no se dan por enterados. Quizá es hora, por tanto, que el Estado -titular y propietario absentista del Museo- se replantee el Convenio de 1984 y recupere la gestión del mismo, ya que la Generalitat Valenciana ha fracasado rotundamente.

Publicado en Levante-emv, 6/10/2007, p. 4

Un nuevo estatus para el Museo de Bellas Artes de Valencia



Recientemente la diputada Beatriz Rodríguez, portavoz de cultura del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados, reclamaba un nuevo estatuto jurídico para el Museo Reina Sofía, ante su difícil gestión económica y el cambio de rumbo que parece operarse en su planteamiento museológico. La actitud de esta diputada popular contrasta con la de sus correligionarios valencianos, que son incapaces de tomar la iniciativa por lo que respecta a la anacrónica situación jurídica del Museo de Bellas Artes de Valencia, varado por la inoperancia administrativa del descapitalizado convenio Estado-Generalitat de 1984.

La categoría de instituto, fundación o consorcio para el Museo de Bellas Artes de Valencia es la única solución posible para tener una administración ágil, autosuficiente y moderna, capaz de atraer ingresos del sector privado como llevan a cabo eficientemente los grandes museos de nuestro entorno, que hace ya más de una década que abordaron su reforma administrativa con excelentes resultados económicos. El mecenazgo a través de miembros corporativos o patronos contribuye de forma significativa al desarrollo del museo y sus actividades, suponiendo para las empresas un prestigio de su imagen comercial y una importante desgravación fiscal. Arquetípico es el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao -establecido como fundación- el cual tiene como patronos a empresas tales como El Corte Inglés, BBVA, Iberdrola o DEIA, que aportan 60.000 euros anuales por entidad. Asimismo, se ofrecen otras modalidades de contribución económica de menor cuantía a través de las categorías de empresa colaboradora y empresa amiga.

Todavía es más atractivo el caso del Museu Nacional d'Art de Catalunya -configurado como un consorcio tripartito- donde además de la notable aportación de los patronos, entre los que destacan el Grupo Santander, Telefónica, RTVE, Gas Natural o FCC, se suma la significativa aportación de la Administración General del Estado que asume el 29% del presupuesto anual. Alguien debería dar explicaciones de por qué el Ministerio de Cultura no aporta ni un solo céntimo al presupuesto anual del Museo de Bellas Artes de Valencia, cuando la titularidad, el edificio y una buena parte de las colecciones son del Estado, circunstancia que no concurre en el MNAC de Barcelona, propiedad conjunta y exclusiva de la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona. Cabría preguntarse dónde están esas voces crispadas que desde el supuesto "valencianismo" defienden nuestros intereses, siempre ninguneados desde la administración central, independientemente de que partido político se encuentre en el poder.

Preocupantes son los Presupuestos Generales del Estado para el año 2007, donde apenas se consignan 0,5 millones de euros para la V fase de ampliación del Museo -que afectará al edificio histórico proyectado por el arquitecto barroco Juan Pérez Castiel- por lo que previsiblemente todo el conjunto museológico estará finalizado, si no hay más dilaciones, a finales del año 2009, veintitrés años después del inicio de las obras. Parejos en la desidia de la administración central del Estado son también los presupuestos de la Generalitat Valenciana, que tan solo aportan un total de 5 millones de euros, cantidad insuficiente que contrasta con los 14,2 millones de euros que se dedican al IVAM, evidenciando con ello un tremendo desequilibrio entre los recursos destinados al arte clásico y al contemporáneo, fruto de los absurdos complejos de nuestra clase política que todavía no ha superado el mal entendido concepto de "modernidad".

Es sorprendente que mientras se cierra el grifo a la financiación pública se descuide la contribución privada, cuando hay un interés creciente por parte de algunas grandes empresas por participar económicamente en las actividades desarrolladas por el Museo, este es el caso de La Caixa, Caja Madrid, Ibercaja, BBVA, Caja Duero o Iberdrola, que ya han financiado en los últimos años un buen número de exposiciones temporales y restauraciones. Estas mismas empresas, junto con otras más vinculadas con los intereses valencianos, participarían de buen grado como patronos de contemplarse esta posibilidad en un nuevo marco estatutario del Museo. Asimismo, el peso específico de las cajas valencianas, Bancaja y CAM, debería ser notablemente mayor, y más cuando la primera entidad figura como patrocinadora del Museo Reina Sofía de Madrid y la segunda en la categoría de colaboradora del MNAC de Barcelona.

Consiguientemente, es urgente arbitrar una nueva fórmula jurídica para que el Museo de Bellas Artes de Valencia -que debería ser establecido por ley como cabecera de los museos valencianos, al igual que lo es el MNAC en Cataluña- se convierta en un instituto, fundación o consorcio de carácter autónomo, que no esté sometido a los caprichos del Conseller de turno, como se evidenció recientemente con la arbitrariedad de no convocar al patronato del Museo de Bellas Artes durante más de un año, contraviniendo la obligación estatutaria de reunirse cada tres meses. Son ya demasiados los desplantes, las dilaciones y las promesas electorales incumplidas -a las que se suma el sospechoso silencio de la oposición- para que la imagen del Museo no se deteriore y pierda la oportunidad histórica que se le brinda en estos momentos. Esperemos que se imponga la cordura y en los futuros programas electorales se asuma definitivamente una nueva realidad administrativa para el Museo de Bellas Artes de Valencia, ambiciosa y capaz de optimizar nuestros recursos económicos y culturales.

Publicado en Levante-emv, 5/10/2006, p. 4

Es la hora para el Museo de Bellas Artes de Valencia



Hace pocos días el Conseller de Cultura demandaba que se retrasasen las obras de la V fase de ampliación del Museo de Bellas Artes de Valencia hasta después de la America's Cup, dando una excelente coartada para que el Ministerio de Cultura dilatase una vez más las obras de ampliación del museo, que ni siquiera tiene aprobado un proyecto de ejecución. Probablemente esta afirmación la hiciese de buena fe, ante las expectativas de una ciudad dispuesta a rentabilizar las posibles sinergias culturales de la referida competición nautica, pero también demuestra bien a las claras una falta de estrategia y previsión táctica frente a las negociaciones que debe entablar con el departamento de Carmen Calvo o quizá -lo que es más preocupante- un escaso interés por la suerte del Museo de Bellas Artes, que debería estar por encima de cualquier eventualidad.

A los continuos retrasos en la ampliación del museo, cuyas obras empezaron hace ahora justamente veinte años, se suma la escasa ambición del proyecto redactado inicialmente por los arquitectos Manuel Portaceli y Álvaro Gómez-Ferrer bajo las directrices del entonces Director General de Patrimonio Artístico, Tomás Llorens, mucho más interesado en esos momentos en el arte contemporáneo. Desgraciadamente, su ejecución no soluciona los graves problemas de espacio que tiene el museo y no resuelve convenientemente las áreas de depósito, biblioteca, gabinete de didáctica, restaurante y parking. A estas limitaciones -fruto de no seguir un proyecto museográfico previo- hay que sumar los errores en el diseño de las nuevas instalaciones: itinerarios confusos, innecesarios áreas de descanso, excesivos desniveles, pasillos y rampas y el pintoresco coro alto a los pies de la galería central del museo, concebido inicialmente para albergar el artesonado de la sala Laporta.

El Museo de Bellas Artes de Valencia, parte de cuyas ricas colecciones siguen sin exponerse al público, se merecía un proyecto museográfico de mayor calado que le permitiera expandirse hasta la calle Alboraya, anexionando la antigua casa Moroder construida por Salvador Galiana en 1892 y que actualmente ocupa el pequeño Hospital de la Cruz Roja. Esta es la salida natural del museo, que debe estar preparado en el futuro para saltar hasta al Convento de la Trinidad, que inexorablemente lleva camino de quedarse vacío en unos años. Amén del Centro del Carmen, donde deben estar las importantes colecciones del museo que abarcan del Romanticismo hasta las Vanguardias. Quizá alguien pueda pensar que este es un planteamiento demasiado ambicioso, pero está en plena sintonía con los otros proyectos que se están desarrollados en museos de características similares, como es el caso del renovado MNAC o de la futura ampliación del museo de Cleveland (Ohio), obra del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.

Otro problema urbano no resuelto es la conexión del museo con los jardines del Turia, ya que el acceso principal del centro está emplazado en la calle San Pío V, una vía rápida de tráfico intenso que hace de barrera infranqueable entre el museo y la ciudad. La solución a este grave problema  -como ya se planteó en algún que otro momento- pasa por la ejecución de un túnel desde el inicio de Viveros que salve el puente de la Trinidad y el colector de la calle Alboraya, posibilitando la conexión del museo con el lecho del río y la peatonalización de la calle San Pío V que debería recuperar su nivel histórico. Además hay que tener en cuenta que la futura línea T-2 del metro, cuya parada se denominará precisamente Museus, está ubicada en el antiguo cauce del Turia, y la conexión con el museo sería mucho más eficiente, asimismo cabría la posibilidad de recuperar las dos escaleras históricas del puente de la Trinidad y la rampa -hoy cegada- del pretil norte.

Junto con la ampliación del centro debería resolverse la acuciante falta de personal del museo, cuyas necesidades nunca han sido abordadas desde la coherencia de un plan de necesidades. De hecho, la administración se permite el despropósito de dejar sin cubrir algunos puestos de trabajo y para más desconsideración hacia el centro, ha trasladado un número significativo de plazas propias del museo a otras instituciones, sirvan tan solo como ejemplos fragantes la plaza de conservador de pintura que está emplazada en los servicios territoriales de Castellón o la plaza de protocolo -que hacía las funciones de secretario de dirección- que ha sido trasladada a la Secretaría Autonómica de Cultura, dejando al director del museo abandonado a su suerte. Por no hablar de la precariedad del personal contratado y del papel de los becarios.

Para que estas contingencias, vergonzosas en todo caso, no se vuelvan a producir es necesario que el Partido Popular cumpla con su programa electoral y cree de una vez por todas el Instituto Valenciano de Arte Clásico, dando a esta institución la misma entidad jurídica, autonomía administrativa y presupuesto que goza el IVAM. No entiendo cuales pueden ser las reticencias del Sr. Alejandro Font de Mora, que es el máximo responsable del imcumplimiento de esta promesa programática, ya que bajo la anterior administración de Esteban González Pons, todo estaba preparado para mandar a la Cortes Valencianas el anteproyecto de ley de creación del IVAC. La falta de interés por nuestro "museo nacional", es un hecho palpable que parece responder a la aciaga máxima valenciana por excelencia de ni fer ni deixar fer.

La ventaja de los actuales responsables de la Conselleria de Cultura -que no realizan sus deberes- es que ni el grueso de la sociedad valenciana, ni la oposición política, demandan seriamente una promoción cultural a la altura de las expectativas de futuro que posee nuestra comunidad, que todavía no ha descubierto en el Museo de Bellas Artes de Valencia uno de sus mayores activos culturales. No creo que este artículo, así como otros que del mismo sesgo han aparecido recientemente, mueva a la reflexión a nuestra administración autonómica, demasiado ensimismada en efímeros impactos mediáticos y poco dada a proyectos a medio y largo plazo. Pero hay que tener esperanza.

Publicado en Levante-emv, 15/09/2006, p. 4

Canícula en los claustros del Carmen



Lejana ha quedado aquella Valencia de patios y huertos que se advierte en el plano de la ciudad de Tomás Vicente Tosca (1704), reflejo de un ancestral urbanismo mediterráneo, planteado a escala humana y que subsistió hasta mediados del siglo XIX. La imbricación de vegetación y arquitectura no sólo es una herencia cultural del mundo clásico e islámico, reinterpretada por la emergente arquitectura bioclimática, sino una necesidad especialmente tangible en el tórrido verano que padecemos en estos momentos. El urbanismo desarrollado en Valencia, lejos de adaptarse a las condiciones medioambientales de la ciudad, nos prodiga con desmesurados hitos urbanos y un buen número plazas duras en el centro histórico que ahuyentan a los ciudadanos.

Si alguien pretende refugiarse de la canícula en los claustros del antiguo Convento del Carmen, observará con perplejidad como recientemente ha sido exterminado todo el acanto que cubría la totalidad de los parterres del claustro renacentista. Estas vivaces hojas del Nilo, que florecen ahora en verano, no solo evocaban la antigüedad grecolatina, sino que daban una inusitada frondosidad al patio, cuya decadente belleza seguro que hubiera turbado al mismo Schiller. No hace falta ser un poeta romántico alemán -tan sólo un sensible observador abezado- para descubrir el atractivo de este maltrecho claustro de capiteles alcarreños y orden toscano, cuya policromía barroca aun subyace bajo diversas capas de cal.

Mientras en numerosos edificios históricos se han hecho efectivos los estudios de paleopolen para restaurar sus jardines, como es el caso del emblemático convento mexicano de Churubusco o del palacio de Medina-Al-Zahara, en la ciudad de Valencia -anclada en pretendidos planteamientos neoracionalistas- se ignoran las conclusiones de estos estudios científicos sin más miramientos, quizá para el deleite de algunos arquitectos diletantes que experimentan con el patrimonio de todos nosotros. Parece ser que no se han dado cuenta, que de igual manera que se restauran los edificios, también hay profesionales que restauran los jardines históricos.

El efecto refractante de la grava del claustro gótico del Carmen hace que la temperatura del mismo suba hasta tres grados respecto a la registrada en la calle inmediata. Este descabellado "ajardinamiento" del patio, más propio de la pista central de Roland Garros o quizá de un jardín de reminiscencias Zen, no es el adecuado para el claustro ojival del Carmen Calzado de Valencia, cuya rica historia botánica se merece mayor respeto y consideración. Otro tanto ocurre con el claustro del San Miguel de los Reyes, donde un minúsculo seto geométrico nos ayuda a "leer la arquitectura" como si los ciudadanos fuéramos analfabetos en el arte de Vitruvio.

En el llamado claustro renacentista del Carmen, más bien obra del clasicismo monumental a caballo entre el siglo XVI y XVII, todavía se conservan sobre el ángulo suroeste dos placas de cerámica incisa colocadas en losanje en 1738, donde se da noticia de la plantación de palmeras en ambos claustros con motivo de la celebración del V Centenario de la Conquista de Valencia. Estas palmas han desaparecido, pero aun subsisten y destacan de distintos estadios un magnífico ciprés, un imponente platanero y los nísperos que hacían la delicia de los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Esperemos que en la futura restauración del claustro se mantenga intacta su frondosidad y se repongan los acantos, y de no ser así, ya somos unos cuantos los que imitando a la Baronesa Thyssen amenazamos con encadenarnos al platanero del claustro.

Publicado en Levante-emv, 18/08/2006, p. 4

Más sobre el patio del Embajador Vich



El debate y la confrontación de ideas es siempre saludable y más cuando se hace desde el respeto a las opiniones que mantienen los demás y no se cae en la demagogia. Mezclar temas como El Cabanyal, el Jardín Botánico o la Albufera con la reconstrucción del patio del Embajador Vich está fuera de todo lugar y más cuando el que rubrica este artículo está plenamente de acuerdo con muchos de los planteamientos que se esgrimen en su defensa desde distintos colectivos ciudadanos. Hay que recordar a las Sras. Trinidad Simó y Maota Soldevilla -que el pasado día 22 de julio me dedicaron un entreverado artículo en este mismo periódico- que nadie tiene la exclusiva en la defensa del patrimonio y por tanto hay que dejar espacio a otro tipo de argumentaciones, lejos de las clásicas "batallas" que tantas veces se producen en esta ciudad.

Respecto a mi cita sobre el "oportunismo político" que parece que tanto ha molestado a las referidas historiadoras del arte, tan solo hay que echar una ojeada a la hemeroteca y revisar lo plasmado en los periódicos durante la primavera de 2002 para hacerse una idea bastante cabal de los intereses personales de unos y de otros. Además, alguien tendrá que explicar porque nadie salió a la palestra dos años antes cuando se inició la propuesta de reconstrucción del patio del Embajador Vich y si que salieron voces airadas dos años después, seguro que el lector avezado ya tiene la respuesta. No es que me parezca mal esta forma de debate -legítimo en todo caso- pero yo no quiero participar de algunos de los planteamientos dogmáticos que se producen en este tipo de polémicas. Prefiero otro tipo de alegaciones, quizá más personales y académicas, pero igual de contundentes a la hora de defender el patrimonio histórico.

Apelar al "goce estético" o al "valor pedagógico" como una forma de salvaguardar la durísima intervención efectuada por los arquitectos Luis Ferreres y Salvador Almenar en 1908 no me parece un sólido argumento que justifique su conservación. Sin embargo, la puesta en valor del importantísimo patio del Embajador Vich, dividido hasta ese momento en dos depósitos de muy distinta consideración museológica, así como la reconstrucción espacial del refectorio y el aula capitular del Carmen, creo que sí que son argumentos contundentes que difícilmente pueden ser contravenidos a no ser que se utilicen criterios subjetivos.

También resulta chocante que las referidas historiadoras emitan juicios sobre mi "experiencia estética" cuando no han tenido la ocasión de conocerme personalmente. Asimismo prejuzgan mis criterios de restauración, que ya les advierto que nada tienen que ver con el "historicismo" o la "absurda posibilidad de poder reconstruir un pasado ideal". Respecto al pensamiento estético de Hume, este dista mucho de los artistas que han expuesto en la que se denominó sala Ferreres, cuya obra contemporánea no está necesitada de un decorado a modo de anticuario clásico para que se valore o ¿acaso piensan ustedes que sí?.

Las Sras. Simó y Soldevilla parecen olvidar la importancia del patio Vich en la historia de la arquitectura a la que no hacen la menor referencia en su artículo, quizá son discípulas del historiador Manuel Gómez-Moreno que tanto ignoró el arte valenciano del quinientos en favor del producido en los dominios castellanos. Tan solo recordarles que el patio Vich es junto al patio de La Calahorra y el patio de Vélez-Blanco uno de los tres cortiles más importantes del primer cuarto del siglo XVI en España y cuya memoria histórica justifica sin ningún género de dudas su importante reconstrucción museográfica. Les recomiendo que lean mi estudio publicado recientemente en el catálogo L'Ambaixador Vich. L'home i el seu temps, donde se ofrece una visión algo novedosa sobre este importante edificio del Renacimiento, que podrá ser mejor valorado tras su reconstrucción.

Tampoco entiendo que tienen que objetar al "rigor histórico" en las intervenciones patrimoniales o acaso tienen un juicio apriorístico o deformado del término "rigor". Seriedad, humildad y rigor es lo que les falta a muchas de las intervenciones patrimoniales que se han sucedido impunemente en esta ciudad con un considerable menoscabo del mismo. Este es el caso de las cubiertas y el pavimento de L'Almudí, las grandes puertas de taracea del crucero de San Miguel de los Reyes o el efecto bícromo de los sillares de pedra blava de Sagunt que decoraban formando cruces la totalidad de los paramentos externos del Portal de Serranos, entre otros muchos ejemplos que se podrían citar. En todas estas atrocidades, que vulneran las leyes de patrimonio estatal y autonómico, no he oído alzarse la voz de nadie, y mucho menos las de las señoras Trinidad Simó y Maota Soldevilla.

Tengan la seguridad que siguiré realizando con "pasión" y "rigor histórico" la defensa del patrimonio valenciano, algo que me ha caracterizado desde hace muchos años. Hasta aquí, mi participación en esta polémica sobre la reconstrucción del patio del Embajador Vich que no va a tener otra contraréplica por mi parte: Friedrich Schinkel me espera este verano. Estoy seguro que cuando visite nuevamente las muchas reconstrucciones que desde el "rigor histórico" se están efectuando en Potsdam tendré un recuerdo para ustedes, igual les mando una postal....

Publicado en Levante-emv, 28/07/2006, p. 4

El Patio del Embajador Vich


La reconstrucción del patio del Embajador Vich en el Museo de Bellas Artes de Valencia, es una extraordinaria noticia que da una nueva dimensión al Museo, que va creciendo en altura de miras. Algunas voces críticas se mostraron reticentes cuando se adoptó esta decisión en el año 2000, obedeciendo una buena parte de estos posicionamientos a intereses personales y al consiguiente oportunismo político. No se puede sostener desde el razonamiento crítico que la caprichosa actuación de los arquitectos Luis Ferreres y Salvador Almenar en el exconvento del Carmen fuera un ejemplo de "eclecticismo arquitectónico" como se argumentó para salvaguardar esta intervención que data de 1908. Hay que recordar que en este durísimo proyecto se distorsionaron gravemente los espacios del antiguo refectorio y aula capitular, cuyos paramentos serán gravemente mutilados. Asimismo un buen numero de piezas de mármol del patio Vich fueron rotas para lograr ser acomodas entre los contrafuertes del refectorio, conformando un discutible "anticuario" inaugurado por Alfonso XIII en 1910.
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El periplo de los mármoles Vich, tras el derribo del palacio del Barón de Llaurí en 1859, evidencia los altibajos en el compromiso patrimonial de la sociedad valenciana. En un primer momento la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos propició su salvamento trasladando una buena parte de estos materiales al antiguo Museo del Carmen, otra partida de estos mármoles fue reutilizada por el arquitecto Sebastián Monleón en la construcción Casa Oliag, situada en la valenciana plaza de Tetuán, inmueble que ha sido demolido hace unos pocos años y del que solo se conserva su fachada. El primer aprovechamiento de los mármoles Vich, más que una puesta en valor, se debe al arquitecto Salvador Escrig quien en 1860 situó seis de sus columnas en el zaguán del Museo. Posteriormente se sucede la referida intervención de los arquitectos Ferreres y Almenar, en cuyo transcurso se trazó un proyecto alternativo mucho más ambicioso, obra del arquitecto Pascual Sanz, quien planteó por primera vez en 1909 la reconstrucción del patio Vich.

Tras el traslado del Museo de Bellas Artes a su actual sede en 1946, el material sobrante de la intervención Ferreres-Almenar, fue depositado en el jardín exterior de San Pío V, donde cayó prácticamente en el olvido. Afortunadamente, el decidido empeño de su actual director, que ha tenido que sortear más de un obstáculo para llevar a buen termino la obra, a logrado reunir ambos depósitos y propiciar su reconstrucción museográfica, que en algunos aspectos formales recuerda a la practicada en el Museo Metropolitano de Nueva York con el patio del palacio de Vélez-Blanco, aunque en este caso su reconstrucción fue fruto del elginismo. Esperemos que en un futuro inmediato también se aborde la anastilosis de los maltrechos palacios renacentistas de Oliva y Betxí, cuyos patios son el antecedente y uno de los consecuentes del cortile Vich.

La pretensión de hacer evidente la marca de nuestro tiempo en la reconstrucción del patio Vich, como dictamina la Carta de Venecia (1964), produce una buscada revisión formal del conjunto, válida para entender la reposición y anastilosis practicada por el arquitecto Salvador Vila. Los que propugnamos planteamientos de mayor rigor histórico en la intervención patrimonial hubiéramos deseado otras soluciones formales, pero no es este el momento disputas florentinas, sino de alturas de miras.

No cabe, pues, más que felicitarse por la recuperación de la memoria histórica de uno de palacios más significativos del Renacimiento hispánico, de su mecenas Jerónimo Vich y en definitiva de la ciudad de Valencia, muchas veces ninguneada desde la vieja historiografía de su posición de adelantada del Renacimiento.

Publicado en Levante-emv, 8/07/2006, p. 4

Centro del Carmen, ahora o nunca



Conforme pasa el tiempo, se hace más evidente que el Museo de Bellas Artes de Valencia está abocado a ser una institución con dos sedes: el Centro de San Pío V y el Centro del Carmen, como sucede con otros prestigiosos museos que han resuelto de esta forma su apremiante falta de espacio. Este es el caso del Museo Nacional del Prado en curso de ampliación hacia el Casón y el claustro de los Jerónimos o el Museo Metropolitano de Nueva York, extendido en The Cloisters o el Museo del Louvre en el Hôtel de Cluny. En todos estos casos el desdoblamiento fue una forma valiente de resolver los problemas de espacio y reordenar las colecciones.

La falta de nuevos ámbitos expositivos del Museo de Bellas Artes es un problema ancestral que no ha sido resuelto convenientemente y será especialmente tangible a partir del próximo mes de octubre cuando se integre la donación Orts-Bosch en la colección permanente del centro. Tampoco debemos olvidar que en los almacenes de San Pío V permanece una buena parte de la importante colección de escultura del museo, con algunas piezas de gran formato sumamente significativas, como es el caso del mausoleo de Joselito, modelo en yeso de Mariano Benlliure.

Muchos han sido los cambios de rumbo que se han producido en el desamortizado convento del Carmen y erráticos algunos de sus fundamentos museográficos, hasta desembocar en el fallido "Museo del siglo XIX". Una idea equívocamente denominada con puntos interesantes pero mal formulada y peor resuelta jurídicamente, ya que las colecciones estatales del museo y algunos legados son difícilmente divisibles en una nueva institución. La falta de convicción en este nuevo museo, que nunca ha tenido presupuesto consignado, viene determinada por las circunstancias políticas en que fue nombrado su comisionado. Resulta descabellado que en este proceso se obvie al director del museo, la persona que mejor conoce el acervo de la institución y quien debe llevar las riendas en todo proceso de reordenación de las colecciones.

El Centro del Carmen, la sede histórica del Museo de Bellas Artes entre los años 1839 y 1946, es el espacio idóneo para albergar las importantes colecciones del museo que abarcan del Romanticismo hasta las Vanguardias, es decir, el arte de la segunda mitad del siglo XIX y XX, con artistas tan significativos como Francisco Domingo, Joaquín Sorolla, Ignacio Pinazo, Antonio Muñoz Degraín o Mariano Benlliure, que constituyen el eje de un momento álgido del arte valenciano con un notable peso especifico en el panorama nacional. El Centro de San Pío V continuaría albergando las colecciones del Gótico al Neoclasicismo, el grueso de las colecciones del museo, junto con la pequeña colección arqueológica.

Mientras se termina la rehabilitación del Carmen, cuestión que debería ser prioritaria en cualquier agenda política, es necesario que se consume la división de las colecciones y se dediquen nuevos espacios a la colección permanente del centro, lo cual no es incompatible con la programación de exposiciones temporales, que en el futuro deberían ser más coherentes con las colecciones del museo. Ello permitiría tener al Centro del Carmen abierto permanente y no durante los periodos en que transcurre una exposición temporal. Una vez más la reformulación jurídica del Museo de Bellas Artes de Valencia es una cuestión urgente que no puede esperar más tiempo y es la clase política la que debe dar respuesta.

Publicado en Levante-emv, 30/06/2006, p. 4

Valencia y la donación Orts-Bosch



Viendo la escasa repercusión mediática que ha tenido la donación Orts-Bosch en los medios de comunicación generalistas, donde en ningún momento ha sido noticia a nivel nacional, podría pensarse que Valencia no está a la altura de tan generosa donación. Es inaudito que desde las administraciones públicas no se haga el máximo esfuerzo por difundir y rentabilizar este importante legado que tiene por destinatario a todos los valencianos. Contrariamente en la prensa local aparen artículos tendenciosos en donde se buscan tres pies al gato y se pierde el fundamento de la noticia.

Con su donación D. Pere Maria Orts ha contribuido a llenar los muchos huecos que aún tiene el Museo de Bellas Artes de Valencia, cometido que debería haber sido un objetivo básico de la administración pública -incluida también la nacional- ya que no debemos olvidar que el Museo de Bellas Artes de Valencia, aunque de gestión autonómica, sigue siendo un museo de titularidad estatal que recibe muy poco de "Madrid".

Los continuos retrasos en la ampliación del museo, un proyecto que carece de ambición desde el primer momento, lastra indefectiblemente al que está llamado a ser uno de los primeros museos nacionales. Tan solo recordar que en este momento del legado realizado por Muñoz Degraín en 1913 no hay expuesto ni un solo cuadro de los 52 que recibió el museo, incumpliendo las condiciones de la donación que curiosamente son muy parecidas a las establecidas por D. Pere Maria Orts. ¿Será este el destino que le espera a la donación Orts-Bosch dentro de unos años?.

La falta de entidad jurídica de la institución también es otro problema añadido, que le impide tener una administración ágil y moderna, capaz de atraer ingresos del sector privado, como hace brillantemente el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el cual tiene como patronos a empresas tales como El Corte Inglés o Iberdrola, presentes asimismo en el seno de la sociedad valenciana. Paradógicamente en el programa electoral de Partido Popular aparece la creación del Instituto Valenciano de Arte Clásico, que podría resolver algunos de estos problemas, pero parece ser que esta promesa electoral va a ser inclumplida.

           Muchas cosas deben cambiar en la sociedad valenciana para que el Museo de Bellas Artes sea un referente a nivel nacional. Pero es obligación de las administraciones públicas el dotar a nuestro buque insignia de todos los instrumentos para que se desarrolle y cumpla su función social. Es cuestión de talento -que no le falta a su actual director- presupuesto e imagen corporativa. Una sociedad pretendidamente moderna como la valenciana debe saber buscar estos instrumentos que le permitan superar el ostracismo informativo y estar a la altura de una donación sin precedentes, que ha situado al Museo de Bellas Artes en una evidente posición de despegue.

Publicado en, Levante-emv, 23/06/2006, p. 4