martes, 8 de marzo de 2016

San Pío V y su “plan museográfico”


Recientemente el director provisional del Museo de Bellas Artes de Valencia ha  presentado un avance del “plan museológico”, basado en una metodología SWOT que analiza sistemáticamente sus características internas -debilidades y fortalezas- y su situación externa –amenazas y oportunidades-. No difiere mucho del estudio realizado hace unos años por Pau Rausell y Raül Abeledo: “Propuestas para una plan de acción a medio plazo en el Museo de Bellas Artes San Pío V”. Sin embargo el principal problema del museo no es de índole metodológica sino de intrínseca voluntad política.

En primer lugar el Museo de Bellas Artes de Valencia no ha resuelto su personalidad jurídica y su autonomía financiera. Ya apuntábamos hace algún tiempo que la solución más deseable es un consorcio a cuatro bandas: Estado, Generalitat, Diputación y Ayuntamiento que sustituya al convenio de 1984. Hay que recordar que el Ministerio de Cultura no aporta ni un solo euro al presupuesto anual del museo y la propia Generalitat -incumplida su promesa- no ha reflejado en la Ley de Presupuestos de 2016 ni siquiera –aunque fuera simbólicamente- una línea propia para el museo.

Tras la renovación del patronato nos anuncian que tan solo se reunirá ordinariamente una vez al año, convirtiéndolo de facto en inoperante. Olvidan que los patronos, aparte de su función de control, son los que deben imbricar al museo en el conjunto de la sociedad valenciana. Esta periodización también es un error en el caso del ministerio ya que auspiciará su inacción. ¿Y qué decir del capital humano? En estos momentos no hay ni un solo conservador en plantilla. Un director provisional que es arquitecto. Dos restauradores -uno a punto de jubilarse- y un solo técnico al frente de la didáctica. Y de la “nada” más absoluta pasamos a tres subdirectores y siete conservadores en el organigrama del plan museológico. Es poco creíble aunque sea un supuesto de máximos.

Otras cuestiones son puramente museográficas. Los 8.000 metros de exposición -en un edificio caótico- son insuficientes para albergar las colecciones que están necesitadas de un espacio mínimo de 12.000 metros. Desde mi punto de vista la solución más factible -que ya expresé por escrito en más de una ocasión- es convertir al Museo de Bellas Artes de Valencia en una institución con dos sedes: el Centro de San Pío V y el Centro del Carmen. También apuntamos en su día al vecino convento de la Trinidad, pero hoy por hoy esa solución no es factible.

Estoy completamente de acuerdo en que el eje vertebrador del discurso expositivo del museo sea la historia cronológica del arte valenciano. No tiene sentido otra argumentación, pero el arte valenciano tiene picos de calidad que tienen que ser puestos en valor y otros más secundarios que necesitaran de una contextualización. Ese discurso correlativo no puede estar disociado de lo que acontece en el panorama nacional y europeo del momento por lo que las colecciones no deben estar separadas como establece el plan museográfico. Hay diversas fórmulas que se pueden aplicar para mantener un eje cronológico valenciano y valorar lo foráneo como se merece.

Otro problema son las lagunas y la inexistente política de compras, que sí que se tenía cuando Mariano González Baldoví  -un historiador del arte- era el jefe del antiguo Servicio de Patrimonio Artístico Mueble. No tenemos cuadros de Zurbarán ni de Carreño ni de tantos otros pintores significativos del ámbito hispánico. No disponemos de escultura renacentista y barroca, ni siquiera valenciana y se pierden oportunidades de compra. Hace tan solo un par de semanas se licitó por tan solo 14.000 euros un soberbio lienzo de José Camarón y hace cuatro meses se vendió toda la antigua colección de dibujos y grabados de Martí Esteve por un precio ridículo.

Si no hay alturas de miras y los políticos de uno y otro signo no entienden de una vez por todas que el Museo de Bellas Artes de Valencia es nuestro museo nacional, el depositario de nuestra memoria colectiva como pueblo, no dejaremos de ser un museo de provincias que algunos ilusos creen que es la segunda pinacoteca de España.

(Publicado en Levante-EMV el 8-3-2016, p.58)

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